Sin hacer ruido, pequeñita como era, encogida bajo una bola de algodón y con Fluky acurrucado a su lado, inmóvil, hasta triste, diría. Quizás el frio, quizás la edad, o puede que la ansiedad de vivir enjaulada... quién sabe? Posiblemente dentro de una semana, quizás un mes, él, Fluky, sea el único que eche en falta su calor y compañía. Por eso aprovecho estos momentos en que su recuerdo es aún cálido y vivo en mi mente para dejar constancia de su existencia, de su paso por nuestras vidas. Cuidaremos de Fluky en tu ausencia. Que tengas un buen viaje.