Calificación: Mayores de 8 años.
De nuevo Navidad, de nuevo a comprar como locos, de nuevo a bombardearnos con mensajes llenos de "buenos sentimientos" e invitaciones al consumo exagerado. Intentaré no repetir la crítica periódica y habitual en estas fechas a cómo se le da la vuelta a esta celebración y simplemente llamar la atención sobre algo que creo que viene dándose de unos años hacia aquí más de lo deseable.
Voy a ser sincero: yo fui de aquellos niños que tardaron bastante en enterarse de que los reyes eran los padres. Dejando aparte que probablemente fuera bastante más inocente que el resto de mis compañeros, la verdad es que, comparado con el esfuerzo que tendrían que hacer en la actualidad, mis padres tampoco tuvieron que esmerarse exageradamente para que mantuviera esa ilusión. Ahora, lamentablemente, resulta prácticamente imposible conseguirlo, a menos que se le mantenga totalmente alejado de cualquier medio de comunicación. A diario se repiten en los telediarios noticias relacionadas con las ventas en las grandes superficies, previsiones de gastos, tendencias, rebajas, precios... No hay existe ningún tipo de reparo en mostrar imágenes, entrevistas o declaraciones de personas que nos explican cómo llevan a cabo sus compras para estas fiestas. Incluso en la mayoría de esas notícias aparecen los padres con los propios niños escogiendo y encargando los juguetes, mientras comentan a cámara cómo de caros estan los juguetes este año. Me parece algo lamentable. Ya no se trata sólamente de que nosotros hayamos perdido la esencia de la magia que ha envuelto siempre a estas fechas, si no que ahora ya no importa siquiera que la pierdan ellos, los niños. Si antes era algo obvio, ahora es totalmente explícito: lo único que importa es vender.
Los padres ya no pueden escudarse en el tamaño de los zurrones de los camellos, ni en las largas distancias que debian cubrir los Reyes desde oriente... ahora si a un niño no se le regala lo que pidió, habrá que justificarlo enseñándole la nómina familiar. Si aún quedaba algo de mágico y misterioso en la noche del 5 al 6 de enero, aquello que hacía que no pudiéramos conciliar el sueño pensando en cómo se las ingeniaria la Comitiva Real para escalar a nuestro balcón, dejar los regalos, hinchar los globos y darse un atracón de turrones y galletas... si algo quedaba de eso, creo que por fin han conseguido destruirlo. Y, de verdad, si ellos pierden la ilusión... creedme que la ilusión habrá muerto.
Descanse en paz y pese su muerte en la conciencia de programadores de televisión y responsables de márketing...