El oscuro y pesado Invierno pronto acabará con su trabajo y dejará paso a la Primavera, templada y ociosa compañera. Ella intentará, como cada año, devolver el calor a los corazones que su predecesor dejó hibernando en su Baúl de los Tesoros. O al menos así había sido siempre hasta ahora... El señor Invierno parece estar decidido a cambiar sus costumbres por una vez y mantener a algunos de esos corazones envueltos en un largo letargo, un largo Diciembre, como piezas arqueológicas en un museo de melancolía. Los guarda en grandes cubos de frío hielo, transparente y grueso, en amplias habitaciones grises, tan separados que no pueden distinguirse unos a otros. Son sus trofeos, el fruto de su constancia y de su experiencia. Sabe bien que, aunque Primavera abra las puertas de sus celdas heladas para tratar de liberarlos, ellos no intentarán huir... Les arropa entre gélidos mantos de falso consuelo... y necesitan de su aliento para poder seguir existiendo. Extraños vientos han de llegar para fundir sus celdas y hacerlos volver, abrir los ojos y creer que tiempos mejores han de venir... Invierno esboza una sonrisa y niega con la cabeza desde una esquina de la sala. Y es que nunca se me ha dado bien olvidar... Espero que en eso fueras mejor que yo.
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