La mayoría de las personas intentamos siempre personalizar, en la
medida de lo posible, nuestro entorno. Nos afanamos en no ser uno más;
el objetivo es diferenciarnos de la gran masa, clamar por
nuestra identidad única e irrepetible en una sociedad que nos
homogeneiza imponiéndonos modas, estilos y gustos. Y esto lo
conseguimos, o lo intentamos, fijándonos en diversos ámbitos de nuestra
vida cotidiana: nuestro peinado, la manera de vestir, la música que
escuchamos, nuestras opiniones, nuestros gadgets, nuestro coche (los
hay que con tunear el coche ya tienen bastante para sentirse diferente,
aunque en el resto de los planos de su existecia sean como borregos),
nuestro ordenador... Y en este contexto se explica que las minorías
sean tan atractivas. Hay que escuchar música "alternativa" (que ya sólo
lo es por el nombre, que no por la cantidad de gente que la escucha),
ver pelis asiáticas de directores innombrables, arrancar la etiqueta a
esa camiseta de Bennetton que tanto nos gustó, ponerse un piercing,
usar Linux o Mac... Quizás hasta que nos parezca que todo esto no es
más que otra moda y entonces decidamos hacer simplemente lo que nos dé
la puñetera gana en vez de ir sistemáticamente contra el sistema
establecido.
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