Se repite el ritual. Antes era sólo los viernes, por la mañana y por la tarde. Ahora no importa, lo siento a diario. Me encojo, hace frío, y miro a todas partes, buscándolos. Bajo las escaleras con cierto nerviosismo. Un escalofrío en la nuca y me giro de repente, como si me hubieran estirado del brazo. La gente pasa por mi lado, me miran extrañados. Agacho la cabeza y sigo caminando. Repaso todas las miradas en los bancos y el andén. Nada. Cada día la misma corazonada. Y ni siquiera sé qué haría si tras ese olor que eriza los pelos de mis brazos y piernas encontrara lo que espero. Quizás diera media vuelta y volviera sobre mis pasos. O quizás no. No lo sabré hasta que ocurra.
Quizás
volví a confiar demasiado en lo que me
conocías. Volví a pecar de ingenuo
con eso. Lo hice si no has sido capaz de ver el
sentido de todo esto. ¿Para quién?
¿Para mí? ¿Para ellos? Aquí
no hay isla desierta, ni mar al que lanzar botellas
con mensajes que no saben si llegarán algun
día a buen puerto, pero posiblemente esto
sea lo más parecido. Palabras escritas
en la gran telaraña. Palabras que me han
hecho sentir un poco más cerca de tí.
Letras que han buscado cada noche tus ojos, que
deben haber recorrido anónimamente estas
líneas desde la oscuridad. Miradas apagadas
tras tu silencio. Et sento parlar darrera
seu, però el volum és tan baix...
Y a pesar de todo seguiré aquí cada
noche, emitiendo en una frecuencia indefinida
para quien quiera escuchar. Para quien quiero
que escuche. Es todo tan complicado... Suerte
y hasta la vista.